Oportunidad dorada

Ciento cuarenta y dos años por cada segundo. Esa es la cifra que refleja dividir el tiempo de vida que tiene nuestro planeta tierra, al llevar a una escala anual los 4.500 millones de años de su existencia.

Con una expectativa de vida media anual inferior a los cien años, nuestro tránsito es imperceptible en el contexto de la longevidad del planeta. Sin embargo, en las tres últimas décimas de segundo de esa escala anual de vida, en esta generación, estamos acabando con la obra de miles de millones de años. Una suerte de actuación en la cual estamos dejando un impuesto impagable, tanto en costo como en vida, a una generación que no está representada.

Lo irónico y lamentable es que lo llamamos «modelo de desarrollo». Un sistema que privilegia los bienes y el dinero y usa la vida y las personas, un sistema egocéntrico que calcula el costo para nosotros de todo lo que hacemos, pero no considera el costo a terceros precisamente de eso que hacemos. Que «externaliza» sus impactos como si fuera responsabilidad de otros corregir los mismos.

Un sistema que dispone sin contabilizar ni reponer, los sistemas y recursos naturales que soportan la biósfera y por tanto nuestra vida y la de todas las especies.

En esta disfunción, cada vez más evidente y visible, difícilmente puedan los ejecutivos (gestores) de las empresas y la academia continuar hablando de reputación y fidelización en función de los atributos de productos y servicios, sin considerar el impacto para todos, clientes o no, de la consecuencia de su existencia empresarial. Y por mucho esfuerzo y recursos que se puedan colocar en la denominada responsabilidad social, en lugar de acercarnos a solucionar los temas, los agravamos dado que buscamos mejorar un sistema disfuncional. La responsabilidad social actúa sobre las consecuencias y no las causas, alivia pero no sana, al riesgo incluso de anestesiar iniciativas distintas y más profundas.

Se abre ante nosotros, una oportunidad dorada, la que emerge cuando nos hacemos conscientes del enorme valor que reside en el comportamiento corporativo. Cuando en la pausa de reflexión que esta alocada carrera por competir entre nosotros evita, nos hagamos conscientes que crear valor es distinto a tener valor.

El valor económico organizacional siempre será la consecuencia de la pertinencia de la existencia. 

Las personas físicas, nosotros todos, buscamos una vida con sentido. Una travesía que nos haga sentir que valió la pena esto que llamamos vida. Las personas jurídicas, han comenzado dicho proceso. Sus primeras vertientes se denominan empresas con propósito, capitalismo consciente, capitalismo natural, todas ellas bienvenidas, un primer paso que reconoce la inviabilidad del modelo actual.

Toca ahora capitalizar la oportunidad dorada, para ello, debe haber un cambio de modelos mentales, de los paradigmas que han dado forma al modelo actual de desarrollo.

Los clientes son un subconjunto de la sociedad. Las empresas han de entender que en el centro de la gestión están las sociedades. Seguir viendo a los clientes como centro de la gestión es un camino seguro a la pérdida de pertinencia y valor social y consecuentemente, es un tema solo de tiempo, del valor organizacional.

Al encontrar el valor en lo que somos empresarialmente (cultura), nos acercamos la mayor fuente de valor organizacional y social. Integrar lo que somos y lo que hacemos, cultura y estrategia, es una invitación profunda y pertinente, amerita profesionales competentes y seres humanos en su proceso de despertar, de acercarse a alinear profesión con misión de vida. 

Significa desarrollar un modelo distinto de inserción social de las empresas, a través de la evolución de su modelo de gestión. Esto va sin duda mucho más allá que trabajar el tema de valores y cultura en las organizaciones. Es una invitación al despertar de las personas jurídicas, hoy ya las instituciones más poderosas en el planeta.

 

 

Consultor internacional y escritor (venezolano, español). Agente de transformación de las organizaciones y sus lideres. Especialista en los procesos de integración cultura y estrategia, profesionalización de empresas familiares y “Turn-Arond” de negocios en crisis. Facilitador y Certificador de Barrett Values Centre

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