Instinto e Intuición.
Ambos son clave en la vida material de nosotros los seres humanos. El instinto tiene que ver con el respaldo de las experiencias que habitan en nuestras células, en la denominada «memoria celular», una pauta hereditaria. Se va formando en función de las vivencias pasadas de la especie y constituye un activo básico en la supervivencia de la misma.
En los momentos de peligro, el instinto se constituye en la fábrica inmediata de químicos en nuestra sangre que llegan a desarrollar funciones que pensamos imposibles. Desde una fuerza nunca antes vista hasta la capacidad de huir de un peligro inminente en forma que pensamos estaba fuera de nuestro alcance.
El instinto hace vida en el inconsciente y entra en acción de forma «automática» cuando la situación repentina que amenaza nuestra integridad emerge.
La intuición por el contrario, es el puente que cruzamos de manera inexplicable a la razón, para conectarnos con nuestra dimensión energética, lo que somos. Este salto o «by-pass» que hacemos a los sentidos y la mente condicionada, nos ofrece siempre las respuestas o acciones que están alineadas con el Ser. De ahi que esos instantes o momentos se perciben como mágicos, nos llenan de asombro y seguridad, le dan sentido a lo que decimos o hacemos, ya que representan la interfase entre quienes somos en los dos planos de la existencia.
La intuición es el punto de encuentro instantáneo entre nuestra vida en el plano físico (materia) y la vida en el plano de la energía (campo). Nos conecta con la fuente de la existencia y nos orienta siempre a todo lo que garantiza nuestra integridad como entidad y soporta la vida en la existencia.
El instinto contribuye a preservar nuestra vida, mientras que la intuición a darle sentido a la misma.
